
Nuestro guía debe ser un «Ulises criollo», -como genialmente intuyó José Vasconcelos--que desde su arraigo a la tierra, al peculiar sentido simbiótico de la belleza, la sensibilidad para el ritmo y la armonía con el entorno, convierte un espontáneo método estético de vinculación a la realidad, en un sistema de conocimiento y aprendizaje.